Pronto llegarán las bellotas y, con ellas, el otoño a San Cibrao de Las

septiembre 22, 2014
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¿No les pasa que cuando estamos en inverno deseamos que llegue el calor, los días largos, las noches de terraza…y sin embargo, cuando estamos acabando el verano empiezan las ganas de castañas, de los días de lluvia y de ver las hojas caer? En el Parque Arqueolóxico esperamos con anhelo la llegada del otoño, observar el castro de San Cibrao de Las rodeado de colores amarillos, naranjas, marrones…y envuelto en la niebla resulta fascinante y evocador.

El otoño es tiempo de recogida de frutos como las nueces, las setas, las castañas, las bellotas y otros muchos. Hay uno de estos frutos que cobra especial relevancia cuando hablamos de la cultura castrexa y de la alimentación en la Edad de Hierro: la bellota. Los alimentos, en concreto su consumo y procesado, constituyen una parte esencial para el conocimiento no sólo de la cultura castrexa sino de todas las culturas.

bellotas San cibrao de las

Cuenco con bellotas de roble del entorno de San Cibrao de Las.

Las bellotas tienen muchos nutrientes –hidratos de carbono, proteínas, vitaminas…- pero también toxinas –taninos y glucósidos- que deben ser eliminadas para ser comestibles. En el territorio galaico, las bellotas que más abundan son las de roble (quercus robur), que en contraposición a las que se recogen del alcornoque (quercus suber) o de la encina (quercus ilex), tienen una mayor concentración de taninos. Por lo tanto, si los castrexos consumían bellotas, tenían que emplear algún tipo de tratamiento para reducir el amargor y la toxicidad de esta semilla, ¿cuál sería?

Nos dice Estrabón que los pobladores del noroeste peninsular consumían durante buena parte do año bellotas que, curadas y trituradas, molían para hacer pan; un pan que se guardaba durante mucho tiempo. Plinio el Viejo también no dejó constancia de este pan y del tratamiento que requerían las bellotas antes de ser convertidas en harina: eran secadas, mondadas y tostadas en la ceniza para hacerlas más dulces.

Lo que deducimos de esto es que, antes de hacer las gachas o las tortas con la harina de las bellotas, los castrexos las sometían a varios procesos como pudieron ser el cocido, el tostado, la mezcla con ceniza o arcilla, etc. Además en los castros se encuentran evidencias de su consumo como: la aparición en silos de bellotas tostadas o carbonizadas como es el caso de las que se pueden ver expuestas en el PACC y que proceden del Castelo de Laias; la abundancia de morteros y molinos barquiformes como en el caso de San Cibrao de Las

Ahora que se acerca el otoño puede ser una buena ocasión para darle una oportunidad a la bellota y experimentar con el famoso pan de los castrexos, ¿no les parece?